Juegos Olímpicos de Invierno 2030: ¿un trampolín económico o una apuesta arriesgada?
Francia se está preparando para albergar dos Juegos Olímpicos en la misma década, con París 2024 para el verano y los Alpes franceses para el invierno de 2030. Si bien los Juegos de París fueron un éxito popular, los Juegos de Invierno plantean muchas preguntas sobre sus impactos económicos, ambientales y sociales. impactos. Si el estudio de la empresa Asterès prevé la creación de 48 puestos de trabajo, así como importantes inversiones en infraestructuras de las regiones de acogida, estas promesas deben tomarse con cautela.
A diferencia de los Juegos de Verano, que reúnen a una audiencia global, los Juegos de Invierno son más confidenciales. Muchos países, particularmente aquellos en zonas calientes como África y América Latina, participan sólo marginalmente en estos eventos de nieve y hielo. Además, el cambio climático pesa mucho sobre la viabilidad misma de los deportes de invierno. Francia se enfrenta a una disminución de las nevadas naturales, lo que está empujando a algunos centros turísticos a utilizar tecnologías de fabricación de nieve artificial, una práctica criticada por su impacto ecológico.
En 2030, a pesar de las promesas de sobriedad financiera y medioambiental, los Juegos Olímpicos de Invierno no podrán evitar las críticas. Los opositores, reunidos en el colectivo “No-Jo”, denuncian un proyecto costoso, contrario a las cuestiones ecológicas actuales. Habrá que modernizar la infraestructura y las inversiones públicas sólo beneficiarán a un puñado de centros turísticos que ya son muy ricos. Los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 corren el riesgo de cristalizar tensiones en torno a la gestión de los recursos montañosos y la superpoblación turística.
Los retos son, por tanto, numerosos para estos Juegos, anunciados como los "más sobrios" desde 1988. Aunque los promotores del evento, como Fabrice Pannekoucke y Renaud Muselier, insisten en las repercusiones positivas para los territorios alpinos, en particular en términos de movilidad y desarrollo económico, la realidad podría resultar mucho más variada. En 2030, los Juegos Olímpicos de Invierno tendrán que demostrar que pueden conciliar las exigencias ecológicas con las ambiciones deportivas y económicas.